Una primera vez para recordar (para bien). Texto realizado desde la asesoría sexológica de Info Joven Zaragoza.
La vida está llena de primeras veces: la primera vez que montas en bicicleta, el primer día de clase… Cada una es diferente a las demás. Hablamos mucho de “la primera vez” (¡tanto que lo decimos hasta en el título!), pero en realidad sería mejor hablar de primeras veces así, en plural. Porque cada vez que haces algo e introduces un cambio, en realidad se trata de una nueva experiencia. Y eso también se aplica al sexo.
Las primeras veces están muy romantizadas: el primer beso, la primera vez que tienes una relación sexual… Si te fías de las películas y las series, en general todo es perfecto y maravilloso. Pero tú piensa en la primera vez que hiciste una tortilla de patatas: lo más normal es que te quedase sosa o te pasases de
huevo. La experiencia es un grado y el sexo no es una excepción.
Solemos tener la idea de es que el sexo es algo biológico, innato. Sí, tiene una parte de eso, pero también tiene mucho de cultural y aprendido. Es por eso que la primera vez no suele ser un gran éxito, no te preocupes. También es importante que el aprendizaje sea el correcto. Lo has adivinado: estamos hablando del porno. Igual que cuando ves una película de Spiderman luego no te piensas que vas a poder lanzar telarañas, el porno es eso, ficción. Utilizarlo como un manual de instrucciones para tus relaciones es un error y de los grandes. Si esas son tus expectativas, te vas a decepcionar y bien rápido.
Otro cliché es que si quieres mucho a tu pareja, todo va a salir genial. Puede que no sea Tu Primera VezTM, sino la primera vez con esta pareja. Vamos, que tienes experiencia, que hay sentimiento… ¿cómo va a salir mal? No es por desanimarte, pero puede ocurrir. Por ejemplo, a veces falla la comunicación con la pareja, te da corte pedir algo y no termina de ser tan bueno como esperabas.
Algo que suele complicar las primeras veces es también la falta de conocimiento de tu propio cuerpo. Puede pasarle a cualquiera, aunque es más común en el caso de las mujeres. La masturbación femenina ha sido, al menos hasta no hace tanto, un tabú mayor que en caso de los hombres y así te pierdes una buena forma de conocerte. A eso le tenemos que añadir las ideas preconcebidas que tenemos por nuestro género. Tradicionalmente a las niñas se les inculca desde muy pequeñas la idea de complacer a los demás antes de a sí mismas. Ojo, que los hombres tienen sus propias presiones: la obligación de ser quien lleva la
iniciativa, de tener deseo… Eso lleva a que en vez de sentir estemos centrados en pensar ¡y así es complicado disfrutar!
Vale, ya tenemos claro que la primera vez (y la segunda, y la tercera…) se trata de pasarlo bien, no de llegar a las metas que nos hemos (o nos han) impuesto. ¿Pero cómo lo hacemos? Para empezar, la experiencia sexual está muy relacionada con la genitalidad, pero te vamos a contar un secreto: no es solo eso. Lo mejor, en realidad, es no empezar la casa por el tejado, sino ir poco a poco descubriendo tu cuerpo y disfrutándolo. Esto es clave para que descubras qué te gusta y qué no. Si no lo sabes, es difícil que se lo comuniques a la otra persona. Que a lo mejor te lo puedes encontrar, y está genial, pero si ya llegas con ideas, pues mejor que mejor. Lo bueno de conocerse no es solo saber qué te gusta, sino lo que no te gusta. Aprender a poner límites con lo que no te sientes cómodo/a o no te apetece es fundamental para disfrutar. Por ejemplo, puede que no te apetezca desnudarte, ¿y sabes qué? Que no
pasa nada.
Cuando tienes otra persona delante, también son importantes los cuidados: tienes que tener en cuenta el placer de los demás. Eso no quiere decir que tengas que hacer algo que no te guste, ¡todo lo contrario! La clave es llegar a acuerdos, descubrir qué os apetece a las dos personas. Aunque se trate de una relación
esporádica, de alguien que acabes de conocer en una app, no es un objeto de consumo. Ah, y olvídate del orgasmo. Si llega, estupendo, pero centrarse solo en él es un error. No significa que estemos disfrutando, nuestro cuerpo puede responder incluso cuando algo no nos termina de convencer. Céntrate en pasarlo
bien y que la otra persona también lo haga, ¡eso sí que es un éxito!
Un último consejo, que resume todo lo anterior: sé tú mismo/a. ¡Si representas un papel, no es tu experiencia!
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