– Sólo los hombres gay tienen sexo anal
– Los hombres heterosexuales a los que les gusta son en verdad gays
– A las mujeres no les gusta.
Este mito, alimentado por la homofobia y por las falsas creencias en torno al sexo anal, sigue impidiendo que muchos hombres heterosexuales exploren su sexualidad anal a solas o en pareja. Del mismo modo que el sexo anal “mal hecho” alimenta el mito de que debe doler y sirve de excusa a muchas personas para negarse a intentarlo.
He perdido la cuenta de las ocasiones en que he escuchado, de clientas y amigas, una historia que se repite con estas variantes: estoy esperando que aparezca la persona que lo merezca… lo haré sólo para que deje de insistirme… se lo regalaré si se casa conmigo… sé que me dolerá, pero lo haré por él: no iniciados, nerviosos y presionados por sus amantes o parejas acceden a practicar sexo anal.
El resultado es rara vez feliz y cuando te lo cuentan parece que sonara de fondo música de película de terror: la pareja se lo ha pasado en grande y a ellos les duele. Lo dicen o se callan, pero desde luego se niegan a volver a intentarlo. Y si lo intentan de nuevo, será siempre bajo la presión de la pareja de turno y con un miedo al dolor que en nada propicia la dilatación.
La aparición en sociedad de la mujer que disfruta del sexo anal –curiosa y ávida por iniciarse, atenta a descubrir nuevas técnicas y juguetes, la que lo pide abiertamente y con frecuencia, la que lo disfruta aún más que la penetración vaginal– es un fenómeno más bien reciente, que al parecer no ha sido suficientemente publicitado y cuya visibilidad merece todo nuestro esfuerzo.
Curiosamente, quienes sí van ganando visibilidad desde hace unos años son las mujeres que practican el “Date la vuelta, Paco, que me pongo yo”. En inglés, a esta práctica se le conoce recientemente como Bend Over Boyfriend o Pegging, término ganador del concurso propuesto por el consejero sexual Dan Savage para buscarle nombre al asunto.
Da gusto verles llegar en pareja a la boutique erótica: alegres, decididos y ya emocionados ante la idea de adquirir un arnés y un dildo para que ella lo use con él. Llevo años viéndolo y todavía me alegra el día. En esta pareja ni ella se siente violentada por usar un pene de quita-y-pon, ni él se siente vulnerable o súbitamente marica por desear ser penetrado con un dildo… al fin y al cabo, al otro lado de la silicona está la mujer que desea y que es cómplice de sus deseos.
Ese intercambio de roles, que implica un traspaso de poder y una comunión de intimidad con el otro, es una auténtica bomba de excitación. Y cuando se vive sin miedo y sin prejuicios, nos regala experiencias sexuales trascendentes. Esas que no sólo te alegran el día: esas que sencillamente nos vuelven mejores amantes.
publicado en blog eros