Prevención de la violencia sexual

En este artículo os explicamos los talleres sobre prevención de violencia sexual realizados con el Instituto Aragonés de Juventud por segundo curso consecutivo. 

Durante el primer trimestre del curso hemos estado realizando unos talleres de prevención de la violencia sexual organizados por Instituto Aragonés de la Juventud. Estos talleres están dirigidos a jóvenes y a los profesionales que les acompañan en el día a día. Este curso hemos trabajado para las comarcas de la Jacetania, Aranda, Bajo Cinca y Campo de Daroca, así como los Ayuntamientos de Utebo y Calamocha.

El objetivo de estos talleres es se adquieran herramientas suficientes para prevenir la violencia sexual, desde la comprensión integral de misma. Se trata de entender la violencia desde el plano explícito o evidente hasta lo implícita o sutil. Poniendo el foco no sólo en detectar cuando se recibe violencia, sino más importante aún, detectar cuando se ejerce. Este es uno de los temas más importantes para el trabajo de prevención de la violencia sexual. En la mayoría de ocasiones solemos escuchar que para la prevención de la violencia sexual o de cualquier tipo de violencia se sigue poniendo el foco en las víctimas. Lo vemos en frases como “ten cuidado de lo que haces”, “no vuelvas sola a casa”. Es habitual que, en los casos en los que se ha sufrido violencia, la persona puede llegar a poner el foco y la responsabilidad, incluso la culpa, en sí misma: cuestionar su comportamiento o actitudes, no haber sido “capaz” de responder, etc.

Cuando el peso cae sobre las personas que sufren las violencias tiene múltiples consecuencias:

  • Se culpabiliza a quien sufre violencia al hablar únicamente de lo que se tiene que hacer para evitar recibir violencia, porque “pueden no haber hecho lo suficiente para evitarlo”.
  • Por otro lado, favorece el imaginario de las mujeres como víctimas potenciales de la violencia sexual. Es decir, da lugar a pensar que por el hecho de ser mujeres somos intrínsecamente agredibles y por lo tanto, nos tenemos que cuidar. Esto hace a muchas mujeres vivir con miedo y es algo que hay que erradicar. Ni las mujeres somos agredibles ni los hombres son agresores por el mero hecho de ser mujeres y hombres. Para poder comprender por qué las estadísticas nos dan estas cifras de mayorías (la mayoría de personas que sufren violencias sexuales son mujeres y la mayoría de personas que las ejercen los hombres) es esencial tener en cuenta la cultura que nos rodea y la socialización. Se individualiza un problema estructural y social, colocando a las personas en una indefensión aprendida para afrontar esta situación.
  • Por último, la focalización del trabajo en las víctimas puede provocar que las personas que ejerzan violencia sexual no sean conscientes de la misma, no le pongan el nombre que le corresponde y por lo tanto minimicen su importancia o las justifiquen bajo paradigmas que hablan de “falta de autocontrol” y otras excusas basadas en las cuestiones de estereotipos de género. 

Así, para la prevención de la violencia sexual el mensaje básico es: no se trata de que evites que te agredan, se trata de no agredir. Así de sencillo y complicado a la vez.

Una de las dificultades que nos hemos encontrado con la juventud es que la violencia implícita o sutil no la nombran como tal, sino que abogan por el término “toxicidad”. Este término acaba restando importancia y gravedad a este tipo de violencias y provoca que se entienda como algo más o menos aceptable. La palabra “toxicidad” ha sido muy promovida desde las redes sociales, y es algo a lo que las personas profesionales tenemos que prestar atención para poder cuestionar. 

No podemos olvidar que para trabajar la prevención de la violencia sexual es imprescindible trabajar en relación a los buenos tratos. Necesitamos dar alternativas a nuestra juventud para poder relacionarse de una manera gratificante y que genere bienestar. Para ello necesitamos basarnos en el desarrollo de un buen autoconcepto y autoestima, en la identificación y gestión emocional, en la comunicación el establecimiento de límites y la resolución de conflictos no violenta. Para ello es importante hablar de protocolos, pero no únicamente. También se necesita tratar cuestiones más prácticas en relación a el trabajo diario, de las violencias sutiles que se ejercen entre los grupos de jóvenes y la ejecución de actividades concretas para  la prevención de violencia sexual. Se trata por tanto de entender la dimensión estructural y colectiva con una solución comunitaria para ello, donde todas las personas tomemos parte de las soluciones como agentes activos. Pero además, de ampliar el concepto de violencias sexuales como formas de no tratar bien por cuestiones de sexo y género. Poner en valor los buenos tratos, los deseos, los placeres desde principios colaborativos y cooperativos, hablar de vulnerabilidad y desmontar los estereotipos de género que perpetúan las relaciones de poder y los privilegios.

Contaros que en los talleres con profesionales se han desarrollado tanto para profesionales de la educación reglada y no reglada como para profesionales de servicios sociales y juventud. El objetivo ha sido aportar herramientas que les sean útiles para trabajar la prevención de la violencia sexual y los buenos tratos con jóvenes. Entre profesionales existe mucha necesidad de acompañamiento en el tema de la violencia sexual, dado que por desgracia es algo no poco habitual. 

Por último, queremos aprovechar para dar las gracias a todos los y las  profesionales y centros que han colaborado con nosotras, y por supuesto, al Instituto Aragonés de la Juventud por confiar una vez más en nuestro trabajo.

violencia sexual

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