La semana pasada fue el Día Internacional de la Menopausia. Menopausia, climaterio o por qué no, PLENOPAUSIA.
Un tema apasionante y necesario de hablar y visibilizar.
Parafraseando a nuestra querida Anna Freixas, nos vemos en una tensión entre sentir la vejez como viejas asexuales o mujeres sexis séniors. Nuestros cuerpos, nuestras vidas están bajo la constante presión cultural, en todas y cada una de nuestras etapas evolutivas.
El modelo biomédico nos recalca una y otra vez que la menopausia es una pérdida, una enfermedad hormonodependiente, medicalizando, patologizando e invisibilizando nuestros cuerpos. Un modelo sexológico feminista con un abordaje integral y evolutivo nos debe enseñar a vivirlas como cambios desde la escucha, para transitar menopausias rebeldes y llegar a una vejez afirmativa, consciente, diversa, saludable y placentera. El cuerpo envejece, es un hecho, y en él debemos habitar desde el conocimiento de que la menopausia es un conjunto de cambios fisiológicos, psicológicos, emocionales y sociales y desde ahí, cada cual puede crecer desde el decrecimiento hasta la vejez. Al igual que la pubertar es el aumento de hormonas y crecimiento, fase de transición a la adultez, la senectud supone un proceso de bajada de actividad del cuerpo, una bajada de hormonas, y un “decrecimiento”.
Como pasa con cualquier otra cuestión que afecte a ser, sentir, pensar o hacer. Lo que no se nombra no existe. Es importante visibilizar sin problematizar, sino nombrando aquellos cambios que pueden suceder y que van a suceder. Aprender a vivir en los cambios, mirarlos con curiosidad para aprender de ellos, será una manera constructivas de enfocar nuestros procesos.
Partiendo del hecho de que vivimos cambios fisiológicos, psicológicos, emocionales y sociales, nos podríamos preguntar, ¿todos los cambios que se dan son por la menopausia? Nuestros momento vitales, nuestras biografías, las presiones culturales o nuestras herramientas para gestionar los cambios están ahí y van a influir en los propios cambios. Quiere decir que no en todos los cuerpos se van a dar los mismo cambios o se van a vivir de la misma manera. Entender y conocer esto aún pareciendo una banalidad, a veces, nos permite legitimarnos y comprendernos desde una mirada más amorosa y respetuosa, pero también dándonos la oportunidad de compartir y buscar lugares de encuentro o de información para atravesar estos cambios y trabajar una mejor salud.
De lo que sí que estamos seguras es que el cuerpo cambia, como decíamos anteriormente, y que el DESEO NO DESAPARECE. El deseo puede cambiar, quizá deseemos otras cosas: encontrar aquello que nos motiva, mueve o estimula puede ser un bonito trabajo. Quizá estemos desconectadas del cuerpo y entonces sintamos que no tenemos deseo, pero parar y mirar será la manera de ir sintiendo qué deseo. El deseo nunca desaparece, hay que entender cómo se da, permitirnos la escucha y la exploración del cuerpo, acercarnos sin exigencia y consentido del humor y curiosidad. Trabajar el sentimiento de derecho para así permitirnos reinventarnos.
Hacer de esta fase una vivencia más rica, natural, madura, consciente, equilibrada, despreocupada, hedonista, corporal-globalizada y sensorial, o desgenitalizar y globalizar la erótica: los abrazos, besos, caricias, contacto con la piel, la cercanía, sentirse querida, etc. O, por genitalizar de la manera que cada cual considere.
Cuando realizamos nuestros talleres sobre Menopausia o de Placeres sin edad, es una variable constante la necesidades de las mujeres de compartir sus vivencias en estas fases y siempre agradecen tener un espacio de información y hablar sobre el tema.
Así que desmontemos lo que Susan Sontag nos recuerda como constructo cultural que interiorizamos “el envejecimiento es un proceso de descalificación sexual para las mujeres y el proceso de maduración sexual para los hombres”
Feliz plenopausia a todas!
Os dejamos una pequeña intervención que tuvimos en Aragón Radio en el programa La buena vida el día 18 de octubre por razón del Día Internacional de la Menopausia, en el minuto 46’50».