Conciliando con la discapacidad

El sábado 5 de Febrero, las mujeres de la Fundación DFA quisieron celebrar Sta. Agueda haciendo una reunión Tupper-sex con nosotras.

Con su ayuda, intentamos desmontar los tabúes sobre la sexualidad de las mujeres con discapacidad y acercar una vivencia sexual sin complejos ni sentimientos de culpa. Trabajamos para visibilizar que las diferencias nos enriquecen. Tuvimos presente que estas diferencias también hacen necesaria la búsqueda de recursos propios o adaptados. 


Para nosotras el resultado fue muy positivo. Nos faltó tiempo. Pero ha sido el comienzo de una buena amistad.

La sexualidad como modo de vivir y sentir nuestro cuerpo hace que haya tantas sexualidades como personas. Independientemente de cual sea nuestra realidad, tenemos que conocerla y adaptarla a aquello que necesitamos. Todas y cada una de nosotras tenemos un cuerpo, unos deseos y unos sentidos que debemos conocer y respetar y buscar aquello que más se amolde a nuestras necesidades.

Nuestras diferencias son una riqueza. Y existe un derecho universal que lo manifiesta. Todas tenemos el derecho a poder acceder a una sexualidad plena y satisfactoria, independientemente de nuestra situación. Debemos garantizar el acceso a la información y a la salud sexual de todas y cada una de las personas. En este caso, a través de una reunión Tupper-sex para mujeres con dificultades de movilidad o de coordinación  motriz.

Aunque el acceso a la información es un derecho universal siguen existiendo barreras que lo imposibilitan. El acceso a la información sexual y, por consiguiente, a la salud sexual, sigue siendo un privilegio. Estas barreras son discriminatorias. En el caso de las mujeres con discapacidad, esta discriminación está acentuada y observamos la inexistencia de recursos que garanticen su salud sexual y reproductiva. Incidir en el hecho de que salud no es ausencia de enfermedad, sino un bienestar biopsicosocial. Estas barreras, socioculturales, basadas en tabúes y miedos, dan como resultado grandes carencias en las vivencias sexuales de las mujeres con discapacidad física. Se debe garantizar este derecho universal y hacer de la sexualidad algo plural que atienda a las diferencias. 

Como primer paso, se ha de garantizar el acceso a la información. Dotar de unos conocimientos básicos que estimulen el derecho a sentir y a ser personas con sexualidad. Plantear un tema es hacer visible una realidad. Y visibilizar es permitir que las personas puedan desarrollarse, en este caso, como seres sexuados. Simultáneamente se ha de crear un espacio donde las mujeres se sientas seguras, no cuestionadas. Estos lugares de seguridad, permiten explorar aquello que sentimos. Sentir derecho a conocer abre la posibilidad a atender a las necesidades. Claro que no es un trabajo fácil ni rápido. Ni pretendemos que lo sea. Cada realidad, cada identidad, tiene sus peculiaridades haciendo de cada una un mundo, un laberinto, que hay que conocer, respetar y acomodar.

Sin embargo, existen unos condicionantes socioculturales. Estos son más notables que los físicos. La negación al acceso al deseo, al placer, es el mayor handicap para cualquier desarrollo personal. Aún siendo las dificultades físicas aspectos relevantes en el desarrollo sexual, es el contexto socio-cultural, que interviene con mitos, tabúes y con la culpa, el que afecta directamente a la vivencia sexual. Lo que nos hace vulnerable no es tanto nuestra situación sino el modo en que se afrontar y se enfoca. Los sentimientos de inseguridad, que observamos, pueden estar basados en la propia realidad, pero están fomentados por una sociedad que niega las capacidades de sentir y vivir. Son las estigmatizaciones o el silencio recibido lo que proporciona que las mujeres, todas, podamos no sentir derechos a tener placer y encontrar los mecanismos que satisfagan nuestras necesidades sexuales. En este caso, la influencia es aún mayor. Estos condicionantes van a limitar el desarrollo afectivo-sexual de las mujeres con dificultades de movilidad.

Es imprescindible generar en cada una de nosotras, independientemente de nuestra situación más o menos compleja, el derecho a explorar nuestro cuerpo. Porque el cuerpo, todo cuerpo, siente y se expresa. Sentir derecho a buscar y mirarnos es el primer paso para conocer aquello que somos. Facilitar el respeto y la exploración de los instrumentos que satisfagan nuestras demandas. Buscar el modo de hacer de nuestra diversidad, no debilidades sino distintos modo de ser, de estar o de sentir.

La diversidad hace las cosas complejas pero no imposibles. Cualquier situación, por compleja que parezca hay que trabajarla para, así, poder garantizar un bienestar y un desarrollo personal. En este Tupper-sex observamos, que una de las grandes dificultades es el grado de dependencia. Muchas mujeres tienen, por su situación física, unas carencias motrices que hacen necesario el cuidado constante de uno otro. La presencia de un/a cuidador/a es, en determinadas mujeres, es imprescindible. La cuestión que queremos plantear es, por qué, al igual que otras necesidades son satisfechas con ayuda del personal cuidador, las necesidades sexuales son silenciadas y/o abandonadas.
Las personas cuidadoras tienen, o pueden tener, inseguridades y desconocimientos que facilitan los miedos a la hora de tantear la sexualidad de las mujeres. Señalar la necesidad de gestionar estos miedos y creencias para garantizar la salud sexual de las personas con discapacidad. Porque las personas cuidadoras han de ser medios. Como cualquier labor de cuidador/a no es sencilla sino más bien compleja. Hay que normalizar las necesidades sexuales de mismo modo que la ayuda a la alimentación o al aseo personal,.

Cuando hablamos de sexualidad, siempre nos asalta un sentimiento de vulnerabilidad de aquellas personas que están bajo nuestro cuidado, nuestra tutela. Este sentimiento suele ir acompañado de una negación. Estos mecanismos, aun siendo comprensible por la necesidad de protección, han de ser flexibilizados. No por negar una realidad, ésta deja de existir. Con nuestros miedos no hacemos más que frenar un desarrollo pleno y satisfactorio. Esto supondrá un esfuerzo añadido al cuidado de estas personas. Atender a las necesidades de personas con discapacidad conlleva tener presente sus derechos sexuales.  Derechos al deseo, a la excitación, a la masturbación… Porque las personas con discapacidad siente y, como tal, se pueden enamorar o pueden querer masturbarse para obtener placer. Hablamos de placer no de sufrimiento. Sin embargo, el derecho a algo tan básico como el placer puede provocar sufrimientos y malestares. Es una tarea de todas/os el poder garantizar el bienestar de las personas. Y dentro de nuestro bienestar está el derecho al placer. Sí, placer.

Este trabajo nos ha permitido ver cómo las mujeres con discapacidad física necesitan conocer aquello que sienten y buscar los recursos que mejor se adapten a ellas. Como afirmamos anteriormente, no significa que sea una tarea sencilla pero sí necesaria. Es imperativo generar los espacios precisos para que puedan satisfacer unas necesidades reales. Dejando a un lado paternalismos protectores, sino generando la reapropiación, a través de la risa y la alegría, del cuerpo.

El otro día, comenzamos un camino. Ilusionante. Escuchamos y aprendimos. Nos reafirmó más aún en la relación que existe entre la vivencia sexual y el bienestar. Confirmamos que pasando un buen rato, desde la distensión y con las risas, el trabajo de la sexualidad es más gratificante y efectivo. Hay que buscar los mecanismos que articulen el acceso a cada realidad y que garanticen unos derechos, en este caso, afectivo y sexuales. Nosotras nos ponemos en ello, utilizando como no, juguetes sexuales, juguetes para niñas grandes.

A las chicas de DFA, gracias.