A través de los cursos, talleres, conversaciones o asesorías, podemos ver cómo aún parece que no tengamos claro de qué hablamos cuando nos referimos al “asesoramiento sexual“.
¿Qué es el asesoramiento sexual?
Se trata de un acompañamiento a través del intercambio de información, un espacio de conversación. El asesoramiento es un modo de acoger a la persona desde su estado: con sus miedos, sus tristezas, sus vergüenzas, sus malestares, sus alegrías, etc., generando un espacio de confidencialidad y seguridad para que la persona pueda expresar aquello que necesita, para trabajarlo y fomentar así una sexualidad plena y satisfactoria. Es una invitación a mirar para dentro de una/o misma/o, para ver cómo gestionar aquello que se está siendo. El asesoramiento sexual es un intercambio entre ambas personas, la que demanda y la que acompaña. Un intercambio de conocimientos y autoconocimientos en torno a la sexualidad que sirvan como estrategias de cambio y muevan, a la persona que demandan, hacia la sexualidad que le haga sentir bien.
La asesoría es el espacio donde volcar aquello que necesitamos trabajar o que necesitamos expresar o preguntar. Su finalidad es la de aportar las herramientas necesarias (herramientas de resistencia, porque vivimos en un mundo que no nos lo pone fácil) para que las personas puedan darse permiso de vivir sus sexualidades como necesiten, sin presiones ni miedos, sino desde ellas mismas. La asesoría es, o al menos eso debería ser, el lugar donde se tiene presente el poder de los cuidados y los afectos, siendo a través de éstos donde se alcanza el agenciamiento de una/o misma/0. Es decir, empoderarse y ganar autonomía a través de los cuidados y los afectos hacia una misma.
¿Por qué es importante y necesario el asesoramiento sexual?
La respuesta se percibe tras los casi diez años de dedicación a esta maravillosa actividad. La asesoría sexológica tiene una gran valor porque es un lugar que aporta, o debe aportar:
– Escucha activa: sin juicios ni ideas preconcebidas, desde la comprensión y la empatía.
– Expresión: es un lugar de apertura, de decir, soltar, gritar, llorar o reír.
– Conocimientos: un espacio para los conocimientos tanto ajenos como propios, necesarios para construir nuestra sexualidad desde el bienestar. El acceso a la información es un requisito básico para que nos desarrollemos como personas libres.
– Seguridad: son relaciones de confianza donde las presiones sociales quedan al margen para garantizar nuestra propia expresión.
Las asesorías sexológicas han de ser un espacio que legitime lo que somos y parta desde donde estamos, para así encontrar las herramientas que nos estimulen nuestro derecho a sentir, a vivir una vida (no cualquier vida, sino aquella que merece ser vivida), que nos mueva a la autonomía y a las relaciones de interdependencia y buen trato.
¿Sirve cualquier perspectiva en las asesorías?
Para nosotras no. No sirve cualquier asesoramiento.
– Ha de ser una asesoría que hable desde las sexualidades (de los afectos, las expresiones y los cuerpos). Estar para todas las personas, sin barreras.
– El asesoramiento ha de partir de la promoción de la salud, como bienestar y potencial, y no de la prevención. Así como de un concepto de salud integral que estimule las potencialidades.
– La sexualidad no existe sólo en relación con otros cuerpos. No puede hablar de una sexualidad como mera relación con los demás ni hablar de sexualidad desde y para los genitales. Se ha de poner el énfasis en la relación con una/o misma/o, para luego, si se quiere, poder tener relaciones con otras personas de buen trato y placenteras. Esa relación con una/o misma/o parte de un abanico de expresiones y vivencias.
– No hay recetas mágicas. El asesoramiento o el acompañamiento ha de ser siempre personalizado. Cada persona trae su historia y su forma de vivirla, desde ahí hay que fomentar el camino para el cambio.
– No puede ser heterosexista. Una asesoría mira desde la diversidad, la flexibilidad y la libre elección. Sin poner clichés o dar por hecho que todo el mundo es heterosexual hasta que demuestre lo contrario. En una asesoría no hay que esperar, hay que escuchar y desde lo que se recibe, acompañar.
– Una asesoría ha de fomentar la globalidad y la diversidad de los cuerpos. No marcar los genitales ni el coito como el centro de la vida sexual, ni unos patrones corporales como cuerpo legítimos al placer. El placer es de todas y de cada una. El reencontrar qué expresiones son para cada una/o la erótica. Placeres desde los sentidos y para los sentidos.
– La persona que asesora no sólo se ha de formase en sexología, ha de trabajarse sus prejuicios, sus fobias, sus miedos, etc. desde la honestidad y la sinceridad.
Por todo lo anterior, una asesoría ha de tener una perspectiva feminista. Porque si no se es consciente del sistema sociocultural que nos rodea, un sistema de género que oprime influyendo directamente en la sexualidad y en los modos de relación, no podrá acompañar en un asesoramiento para facilitar la autonomía de las personas.
La asesoría está dirigida a todas aquellas personas que sientan una inquietud sobre su sexualidad. No tiene por qué existir un malestar. Pero también para aquellas personas que se sienten mal con su vivencia de la erótica. Está dirigida para quienes tienen dudas concretas de la sexualidad (cualquier duda es legítima, no dudes en preguntar, la información nos hace libres).
“Un asesoría, a mis ojos, es un privilegio. Es bonito cuando una persona te da permiso para que la puedas acompañar en su proceso de autoconocimiento. Es un precioso proceso de autonocimiento más o menos profundo donde la persona encuentra su equilibrio para vivir feliz”
[Gracias a “Diario de una volátil” de Agustina Guerrero por reflejar tan bien y de manera tan divertida lo que muchas mujeres sentimos a lo largo de la semana]