-Estaba tomando un café en la sala de profes, justo antes de subir y ha entrado un hombre. Un hombre DE VERDAD – asevero.- ¿sabríais decirme cómo era? A ver si lo adivináis.
Y entonces, ocurre: «¡Fuerte», «Alto», «¡Tenía barba!», «Estaba cachas», «Chulico», «Llevaba tatuajes, seguro».
No falla. Hemos repetido el experimento en infinidad de aulas de primaria, y el supuesto «hombre de verdad» responde siempre a la misma descripción. Un modelo de masculinidad única y muy concreta,grabado a fuego en nuestras cabezas y, por desgracia, todavía grabado también en las de la gran mayoría de los peques.
El otro día, por primera vez, ocurrió el milagro: «Mmm podría ser de cualquier manera. Con que sea chico, ya es un hombre de verdad», expuso un peque de 4°.»No podemos saber cómo es», añadió otra compañera. «Cualquier hombre es de verdad » se sumó el resto de la clase. Casi lloro. Su profe, Arantxa, me guiñó un ojo. Menudo currazo llevaba para llegar a ese punto.
Este caso excepcional es un oasis que no debe desenfocar el objetivo principal: cuánto trabajo queda por hacer. Cuánto esquema obsoleto y cuánto tópico por desmontar. Qué fundamental que nuestros peques crezcan con la certeza de que merecen toda la libertad del mundo para ser y expresarse, y que eso, siempre, va a ser el auténtico «DE VERDAD». 💜
Seguiremos trabajando en ello 💪
p.d: aprovechamos a recomendaros un cuento chulísimo con el que trabajamos en las aulas de primaria, que se llama, precisamente «Cómo ser un hombre de verdad» (Ed. Serres)

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