Si caminando por la calle, tuvieras la osadía de preguntar a cualquier persona que te cruzaras «¿qué es el sexo?», como si de un extraterrestre desorientado te trataras, podemos apostar que una aplastante mayoría de las respuestas irían enfocadas en una dirección muy concreta.
Las personas más técnicas te hablarían de coito, otra gran porción irían a la reproducción, es muy probable que, en general, te asombrasen con una cantidad ingente de sinónimos de «hacer el amor» (menos delicados, posiblemente), pero, en resumen, todo iría a lo mismo: hacer, hacer y hacer.
El lenguaje no verbal y sus ricos matices
Desde la sexología , este aspecto, (el basado en la «acción» ) se entiende como un aspecto muy concreto del sexo, pero en absoluto el único. De hecho, insistimos en la necesidad de traer a la palestra los otros dos pilares fundamentales de esta dimensión humana vital que es la sexualidad, y que tan ajenos a la misma suenan en el imaginario colectivo: el ser (la identidad), el sentir (no sólo entendido en el aspecto más literal, de los sentidos, sino también en el de las emociones) y el expresar.
Cuando desconectamos estos eslabones de la cadena y nos centramos únicamente en el primero, no sólo perdemos la visión completa, sino que podemos caer en el error de pensar que el sexo es algo que únicamente acontece en la pubertad y la edad adulta (infancia y tercera edad aparecen excluidos) y negando un hecho absolutamente indiscutible en cualquier persona :somos seres sexuados desde que nacemos hasta que morimos.
Sólo dando peso, espacio y mirada a la tríada completa (ser, sentir, hacer) podemos desarrollar una sexualidad sana y gratificante, y sólo huyendo de la mirada reduccionista del «únicamente hacer» podemos entender y entendernos mejor. En definitiva, no es un «versus» es un «además».😊
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