La vulva – Colaboración Montechochori.

Sexualidad, placer y conexión.

Cómo hacer estas tres palabras: sexualidad, placer y conexión, se lleven mejor con la palabra vulva, y de paso con todas nosotras. En tres pasos.

Paso 1. Nombrar, y nombrar bien.

Prueba a decir “vulva” en voz alta. Juega un poco con la palabra. Vuuuuulva. Más fuerte, en un susurro, sintiendo cada letra. ¿Qué tal? ¿Es una palabra que te resulta familiar pronunciar en voz alta, o se te hace raro? ¿Qué es lo primero que te viene a la cabeza al pensar y decir la palabra vulva?

La representación mental que tenemos de ciertas ideas condiciona cómo nos relacionamos con esos conceptos. De ahí la importancia de tener una correcta representación mental, de todas las partes de cuerpo, y, en concreto, de la vulva.

En los talleres de educación sexual que hacemos lo explicamos así. “No se cuida igual un parte del cuerpo a la que llamas vulva, que algo llamado chocho, incluso, la que no se nombre como lo de ahí abajo (no son los pies)”. Aunque a priori sean sinónimos vulva y chocho y haya múltiples términos coloquiales que usamos, la idea que transmite cada palabra sobre lo que representa esa parte del cuerpo es bien distinta. Por eso es importante nombrar, y nombrar bien, de la forma correcta.

Alejándonos de lo turbio y lo vulgar, lo tabú o lo prohibido. Más o menos la mitad de la población tiene una vulva, y si somos capaces de relacionarnos desde lo positivo y la salud con ella, será mucho mejor.

El placer sexual también es otra de esas palabras que sufre por el peso de un imaginario colectivo que no le hace justicia. Con el placer hay un sesgo de género tremendo y es muy dañino. ¿Qué aparece en tu cabeza si piensas en una mujer que disfruta mucho del placer sexual? ¿Qué piensas que aparece en la cabeza de la mayoría de personas de tu barrio, de tu familia o de tu lugar de trabajo o estudio, por ejemplo? ¿Y si en lugar de una mujer pensamos en un hombre que disfruta del placer sexual?

El relato más comúnmente extendido sobre el placer está escrito desde una perspectiva muy masculinizada (que no tiene por qué ser la experiencia de todos los hombres, en absoluto). Se prioriza la cantidad a la calidad, el resultado al proceso, la destreza física – incluso acrobática – frente a lo sensorial, y así todo. El placer femenino, sin embargo, tiende a estar invisibilizado o supeditado a una mirada masculina que lo haga existir o lo valide. Le toca lidiar con la patologización (lo de la histeria ilustra esto un poco, por ejemplo), la falta de información útil y correcta y una carga moral que no le pertenece en absoluto y más le sobra del todo. ¿Por qué no es sabido por todo el mundo que los orgasmos pueden aliviar el dolor menstrual, fortalecen el suelo pélvico, ayudan a algunas personas a combatir el insomnio y otro montón de ventajas más?

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Señoras, disfrutar de vuestro cuerpo como cada una le apetezca y le guste más, no os convierte en seres inmorales dignos de castigo y escarnio público. Señores, una mujer que disfruta y conoce bien su cuerpo no tiene por qué asustaros ni merece ningún tipo de crítica o desprecio. El placer sexual es un derecho universal. Para tener realmente el mismo acceso a ese derecho independientemente de nuestro género es importante ir cambiando ese imaginario colectivo que interiorizamos y construir uno más inclusivo y que nos pertenezca a todas, a cada quien a su manera.

Paso 2. Conectar cuerpo y mente.

La vulva más que pensarla hay que sentirla. Y lo mismo le pasa al resto del cuerpo y al sexo en general: es mejor sentir que pensar. Resulta que en nuestra cultura vivimos con bastante desconexión corporal (esto desde hace muuucho tiempo, desde Descartes al menos), y eso juega en contra del placer. Todo lo que sea procesamiento cognitivo (desde los pensamientos) tiende a parecernos mejor que lo que llega a nuestro cerebro a través del procesamiento sensorial (desde los sentidos). Y ese es uno de los problemas: los pensamientos a veces nos engañan, y es necesario aprender a hacer caso a otras fuentes de información. ¿Has oído alguna vez eso de “que el cuerpo no miente”? Pues eso, que lo que nos dice el cuerpo son informaciones a las que siempre viene bien hacer caso, de un modo u otro. Entre otras cosas, por aquello que nos explicó Elsa (sí, sí, la de Frozen): “No has de sentir, no han de saber (…) Lo quise contener, pero se escapó”. Hay bastantes posibilidades de que si no le haces caso a tu cuerpo y le dictas lo que debe sentir desde lo racional y los “debería”, no funcione bien del todo. Así que ya sabes… ¡suéltalo, suéltaloooo!

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Ella; tan diva, tan potra, tan caballota.

Conectar con lo sensorial pasa por ponerle más atención a nuestros cinco sentidos, aprender a identificar lo que nos transmiten, conocer su lenguaje y sacarles el máximo partido. Puede que al principio tengamos la sensación de que no nos sale bien del todo, y que no entendemos lo que nos quiere decir nuestro cuerpo. No pasa nada, como tantas otras cosas, eso se entrena. ¿Y cómo entreno mi capacidad sensorial? Como siempre, con práctica y paciencia. La idea es, en algún momento, dedicarle atención plena y consciente a lo que siente tu cuerpo. Intentando que no interfiera ningún pensamiento. No se trata de analizar o juzgar, sino de “notar cosas”, y darnos el permiso de disfrutar. Tú pon atención, que tu cerebro se pondrá a disparar conexiones sinápticas y poco a poco, irá pillando el lenguaje tan maravilloso del cuerpo.

Tampoco es cuestión de no pensar en absoluto, porque también puede ser un aliado, pero es importante conseguir un buen equilibrio entre la mente y el cuerpo, entre lo que pensamos y lo que sentimos. Sabernos merecedoras de ese derecho al placer que mencionábamos antes nos ayudará en este camino. Si piensas que todo esto está bien, pero no es para ti, ahí es donde hay que empezar a trabajar. Si piensas que, quizá, tu sexualidad deba ser de una manera, para, deja esos pensamientos y mira a ver qué le gusta y qué no le gusta a ese cuerpo serrano. ¡Por supuesto que tú también tienes derecho a sentir, a disfrutar y al placer sexual!

Paso 3. Educación sexual: en todas partes, a todas horas.

La educación sexual no es solamente cuando viene la sexóloga al cole o a donde sea a dar un taller. La educación sexual tiene que ver también con todos esos mensajes que se transmiten de manera informal a través del currículo oculto, con lo que nunca se nombra (¿por qué sigue sin aparecer el clítoris en la mayoría de libros de texto?), o se nombra mal, con las representaciones de los cuerpos, del placer, del sexo, etc., que hay a nuestro alrededor, o con los estereotipos de género, por poner solo algunos ejemplos. Así que es importante asumir esta tarea entre todas, cada una desde el lugar que ocupe.

Hay una parte de la educación sexual que es procedimental, es decir, que consiste en enseñar a desarrollar conciencia somatosensorial y poner palabras a lo que sucede en el cuerpo y a desarrollar una buena inteligencia emocional.

En lo cotidiano hay muchas (aparentemente) pequeñas cosas que se pueden hacer: no criticar los cuerpos de las demás personas, por ejemplo. La diversidad corporal es una realidad, y la presión que existe sobre la mayoría de la gente porque su cuerpo no se ajusta totalmente a lo que se supone que es un cuerpo deseable, es fuente de muchísimos malestares. Ahí es donde la gente empieza a desconectar de su cuerpo, cuando recibe constantemente, de manera implícita o explícita, que su cuerpo no es válido – y por tanto, no es merecedor de ese placer universal que mencionábamos antes –. Otro ejemplo de lo que es educación sexual informal: no asumir que toda la gente es heterosexual. Cada vez que le preguntamos a alguien si “ya” tiene novio o novia, asumiendo que debería ser alguien del sexo opuesto, estamos alimentando esa representación mental de que hay un tipo de deseos (que te guste el sexo opuesto) que valen más que otros (que te guste alguien del mismo sexo). No, no sirve arreglarlo diciendo “o novia…” después de preguntarle a una adolescente si tiene novio. De todas maneras, ya hemos establecido una jerarquía. Y así podríamos seguir con mil ejemplos más.

Cambiar ese imaginario colectivo que genera malestares y en muchos casos produce desconexión es importante y hacerlo es una tarea colectiva, como su propio nombre indica. Puedes empezar por repensar tu relación con todos esos conceptos que hemos ido nombrando a lo largo del texto: vulva, placer sexual, placer femenino, placer masculino, cuerpo, deseo, derechos. Y ahora que ya los has pensado… ¿qué tal si intentas sentirlos? Puede que por ahí también aparezcan pistas que seguir.

Así que ya sabes, para conectar las vulvas al bienestar y el placer, ponte manos a la obra con estos pasos. Pueden ser en desorden, o todos a la vez, eso no importa. Tampoco importa si tú no tienes vulva. Ya hemos dicho que se trata de una cuestión colectiva, de ir transformando poco a poco el uso que hacemos de ciertas palabras, esos comentarios desafortunados que se nos escapan sin querer, ciertas maneras de relacionarnos, etc. Cuanta más gente haya a nuestro alrededor conectada con su propio bienestar y placer, mejor para todo el mundo, de eso no cabe duda.💜

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[Este texto es una colaboración para el proyecto «Vulvas extraordinarias» de las compañeras de Montechochori. Os dejamos el enlace a su web, ¡vale la pena echarle u ojo! Están llevando a cabo un crowfunding para sacar adelante un monográfico ilustrado sobre la vulva, o como ellas mismas lo llaman: un libro de «divulvación».]

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