Vita Arrufat Gallén, Médica de salud pública y experta en autoconocimiento
La Real Academia de la Lengua no reconoce la palabra ‘autoconocimiento’. Si buscas en la “wiki” o en “internet”, el autoconocimiento se relaciona con los libros populares de autoayuda, pero éste no es el autoconocimiento del que yo quiero hablar. El autoconocimiento incluye la técnica de autoexploración de las mamas y los genitales externos e internos de la mujer. El autoconocimiento sexual (o self help en inglés) requiere motivación personal y una cierta curiosidad sobre el propio cuerpo (además de una monitora feminista que tenga experiencia en derechos en salud sexual y reproductiva para acompañarte). No podemos conocer el mundo si antes no nos conocemos nosotras mismas. Éste es el principio: para conocer mis límites y posibilidades primero estudio mi cuerpo y luego mis reacciones, mis respuestas ante la vida.
El autoconocimiento es el inicio de la información sin sesgos, libre de prejuicios, la mirada propia de la mujer y, por tanto, el inicio de su empoderamiento en derechos sexuales y reproductivos. Las mujeres han recibido una educación sexual durante generaciones que no las concilia con sus genitales. La visión de los “ginecólogos ilustres” ha moldeado la percepción de las mujeres de su propio cuerpo y siguen moldeándola cirujanos plásticos e imágenes trucadas de revistas.
El cuerpo y la mente no viven separados. Esta división la arrastramos para estudiar las ciencias desde Descartes, pero todas sabemos que el cuerpo y la mente son sólo uno o una, y ese uno o una es la persona. Así, cuanto más te conozcas mejor informada estarás y evitarás la visión sesgada de quienes tienen intereses comerciales o de control respecto al cuerpo de las mujeres (clase médica, corporaciones farmacéuticas, empresas cosméticas, Estados no democráticos,…).
Empezamos a conocernos mirando cómo es nuestro cuerpo y luego aprendemos qué uso hacemos del mismo, cómo lo apreciamos, qué priorizamos, qué elegimos. La observación del propio cuerpo genera el cambio necesario para la autonomía de las jóvenes. Mirando por fuera y por dentro nuestro cuerpo podemos ver cómo somos y luego, cuando leamos la información que otros/as difunden sobre él, podremos utilizar nuestro propio conocimiento para reconocer más fácilmente la verdad (y la mentira). Podemos entonces diferenciar lo que nos pertenece y lo que tenemos implantado. Podemos descubrir la diferencia entre la observación y el relato.
Hasta que no miramos nuestros labios mayores y menores y nuestra vagina, con sus paredes, no tenemos una visión propia de nuestra anatomía, solo disponemos de información que nos trasmite la cultura patriarcal, los estereotipos de la sexualidad femenina, la visión interesada de la feminidad.
Los bebés se miran, se chupan, se muerden,… se babean todas las partes del cuerpo a las que pueden llegar con la boca. De este modo realizan el proceso de aprendizaje de sí mismos. Este conocimiento requiere la utilización de los sentidos: el tacto, el gusto y el olfato, la vista, el oído,… Cuando llega la adolescencia es el momento de seguir conociendo nuestro cuerpo, que afortunadamente ha cambiado desde la infancia, para ello el autoconocimiento es el método más fácil de utilizar y el que aporta más beneficios a las jóvenes.
Conocer nuestra figura humana como mujeres, conocer la anatomía y fisiología de nuestros genitales produce placer dado que es una visión propia, un descubrimiento sin adornos externos de nuestro cuerpo. Cuando miras hacia dentro usando el espéculo y conoces cómo es tu vagina, aprendes sus características: temperatura, textura, humedad, color, olor, sabor,… Esa experiencia te hace más poderosa, eres tú quien descubre cómo eres y no un/una profesional que no conoces. Una mujer que se conoce no tiene miedo, experimenta y la experiencia le da conocimiento.
La lección de anatomía y fisiología realizada como taller de autoconocimiento informa y perdura más que la simple exposición de información teórica. Las profesionales de la ginecología han descubierto que las mujeres que se ven los genitales mientras dura la exploración vaginal están más tranquilas, por ello algunas han colocado espejos para que las mujeres nos podamos ver a nosotras mismas durante la exploración.
Las sesiones de un grupo de autoconocimiento no tienen nada que ver con las sesiones de “tuper-sex” ni con las de “la maleta roja”. Se trata de un aprendizaje individual reflejado en el intercambio con el grupo. Y siempre son autorizados o coordinados por una mujer entrenada. Los primeros grupos de self help en el Estado español los inició el Colectivo Pelvis, cuando se publicó el Cuaderno Feminista de Leonor Taboada y pronto cundieron en muchas ciudades, como ocurría en otros países. Continuamos en Valencia Isabel Toledo y yo misma, y luego llegaron mujeres más jóvenes, como Ana Moltó. Ahora mismo hay nuevas iniciativas en Granada, Barcelona…
Si la Ley de Salud Sexual y Reproductiva e Interrupción Voluntaria del Embarazo de 2010 se hubiera implantado en sus aspectos educativos en los centros docentes, desarrollando el apartado de Educación Sexual, estaríamos haciendo la promoción de los grupos de autoconocimiento con jóvenes de Enseñanza Secundaria y de Universidad, y podríamos demostrar científicamente nuestra hipótesis de que realizar grupos de autoconocimiento es la mejor opción para la prevención de los embarazos no deseados y la violencia de género.
Fuente directa: Periódico Diagonal -Diagonal Cuerpo-
El artículo original ha sido publicado dentro de la revista Mujeres y Salud MyS, editada por la Red de Mujeres Profesionales de la Salud CAPS (Centro de Análisis y Programas Sanitarios).
Fotografía: Isabel Duarto