Diseño de portada extraido del cuento de «La cenicienta que no quería comer perdices» escrito por Nunila López Salamero e ilustrado por Mirian Cameros
Primer paso sobre cómo hablar con tu hija sobre su cuerpo: no hables con tu hija sobre su cuerpo, salvo para enseñarle cómo funciona.
No le digas nada si adelgaza. No le digas nada si engorda.
Si crees que tu hija tiene un cuerpo espectacular, no se lo digas. Aquí tienes algunas cosas que sí le puedes decir:
«¡Se te ve muy sana!» es una frase genial.
«Se nota lo feliz que eres: ¡estás resplandeciente!»O también «¡Qué fuerte estás!»
O mejor todavía, hazle un cumplido sobre algo que no tenga nada que ver con su cuerpo.
Y tampoco digas nada sobre el cuerpo de otras mujeres. Nada. Ni una sola palabra, ni buena ni mala.
Enséñale a ser amable con los demás, pero también consigo misma.
Ni se te ocurra comentar cuánto odias tu cuerpo delante de tu hija ni hablar sobre tu nueva dieta. De hecho, no hagas dieta delante de ella. Compra y cocina productos saludables. Pero no digas nunca: «Voy a dejar de tomar carbohidratos durante algún tiempo». Tu hija no debe pensar que los carbohidratos son malos porque si te avergüenzas de lo que comes acabarás avergonzándote de ti misma.
Anima a tu hija a correr porque así se libera estrés. Anímala a subir montañas porque no hay un sitio mejor para explorar la espiritualidad que en la cima del mundo. Anímala a hacer surf o escalada o a montar en bici de montaña si son cosas que le dan miedo porque a veces es bueno enfrentarse a los temores.
Haz todo lo posible por que le guste el fútbol o el remo o el hockey porque el deporte le ayudará a ser una mejor líder y una mujer más segura de sí misma. Explícale que, independientemente de la edad que se tenga, el trabajo en equipo es siempre necesario. Nunca le hagas practicar un deporte que no le encante.
Demuéstrale a tu hija que las mujeres no necesitan a ningún hombre para cambiar los muebles de sitio.
Enseña a tu hija a cocinar verduras.
Enseña a tu hija a hacer pasteles de chocolate con mantequilla.
Pásale la receta de tu madre del roscón de reyes. Incúlcale tu pasión por el aire libre.
Quizás tanto tú como tu hija tengáis unos muslos o un tórax anchos, y pudiera resultaros fácil odiar estas partes del cuerpo. Ni se te ocurra. Dile a tu hija que con sus piernas puede correr un maratón si así lo desea, y que el tórax no es más que el armazón de unos pulmones fuertes y que si quiere, puede gritar, cantar y animar al mundo entero.
Recuérdale a tu hija que lo mejor que puede hacer con su cuerpo es usarlo como un vehículo para transportar su preciosa alma.
Este post apareció originalmente en hopeave.wordpress.com.